Con este primer artículo queremos dar comienzo a un blog sobre fontanería en el que vamos a tratar de explicar, enseñar, dar consejos y analizar temas de interés, actualidad y relevancia sobre todo lo relacionado con este tipo de trabajos.
La fontanería es el "arte relacionado con la instalación, mantenimiento y reparación de las conducciones de agua y otros fluidos, así como de otros servicios sanitarios y de calefacción en los edificios", según lo describe la RAE. Pero, si vamos atrás en el tiempo, y miramos el sentido etimológico de la palabra, rápidamente nos damos cuenta de que su raíz viene de la palabra latina fontana, que significa fuente, y de que fue en éstas donde se hicieron necesarios y se realizaron los primeros trabajos de fontanería.
En algunos países de América, a la fontanería se le conoce como plomería, y al fontanero como plomero. Esto también tiene su sentido histórico, ya que antaño las primeras instalaciones de tuberías y cañerías se realizaban con elementos fabricados en plomo, y los que trabajaban sobre ellos debían ser expertos en este metal.
Los orígenes de la fontanería se pueden vincular a los antiguos grandes imperios y civilizaciones. Tanto griegos, como persas y romanos hacían uso frecuente de baños públicos para los cuales se necesitaba un sistema de distribución de aguas y de saneamiento. Además, el desarrollo de grandes ciudades hizo necesaria la construcción de canales de agua y de fuentes públicas donde se pudiera abastecer a la población de agua potable para el día a día sin realizar grandes desplazamientos.
Como en muchos de los avances relacionados con la ingeniería, se puede considerar que los romanos fueron pioneros en el desarrollo de la fontanería, con la construcción de los acueductos, hablando en grandes términos, y del consiguiente sistema de distribución de aguas a muchos hogares. Una buena muestra de estos avances realizados por los romanos se pueden observar en las ruinas de algunas de sus ciudades, donde no sólo había una buena red de distribución de agua a través de tuberías de plomo, sino que también contaban con retretes dentro de las casas que desaguaban por bajantes realizadas con terracota. Sin duda, un buen avance que, lamentablemente, no se llegó a extender tanto como debería, y ya sabemos cómo se desechaban los restos fecales en las ciudades de la Europa de los siglos posteriores.
La proliferación de los baños públicos en los siglos XVII y XVIII, y la conciencia de que la limpieza y la salud estaban directamente relacionadas, hicieron que las instalaciones de transporte de agua, cisternas y tuberías también comenzaran a realizarse de manera más segura y con más detalle.
Los trabajos e instalaciones relacionados con la fontanería y el alcantarillado tal y como los conocemos hoy en día no se asentaron hasta el siglo XIX. En esta época, las instalaciones de fontanería eran bastante precarias, y siempre realizadas con tuberías de plomo y materiales que no garantizaban lo suficiente la salud y la seguridad. Pronto, y en gran parte gracias a los avances y descubrimientos médicos, la conciencia acerca de las enfermedades relacionadas con la falta de higiene y, sobre todo, de mantenimiento de las instalaciones provocaron un amplio desarrollo en el arte de la fontanería y, también, en los materiales que se utilizaban para cada una de ellas. Por ejemplo, las tuberías de plomo fueron rápidamente apartadas del traslado de agua para consumo humano, ya que su uso hacía que restos del metal se fueran desprendiendo y ocasionando graves enfermedades. Fue en esta época cuando, en las grandes ciudades, los edificios de viviendas comenzaron a contar con propios sistemas de desagüe, y el sistema de alcantarillado comenzó a tomar la forma en el lugar subterráneo que hoy conocemos, no sólo más saludable e higiénico, sino también más cómodo para los ciudadanos.
También otro artilugio, completamente indispensable hoy en día en una casa, empezó a estandarizarse en los hogares: los calentadores de agua. En España había pocas personas que pudieran permitirse la instalación de un calentador de agua, pero es de justicia reconocer que ya hace siglo y medio que esto era posible. Eso sí, estas instalaciones eran mucho más precarias y, sobre todo, en términos de seguridad, no tenían nada que ver con lo que hoy en día disponemos en nuestras viviendas
Como vemos, poco a poco, y a partir del establecimiento de la población en las ciudades, más alejada de las zonas rurales, la demanda de fontanería aumentó, tanto en la investigación y desarrollo de sistemas eficaces y rentables, como en la instalación de cada vez más elementos que empezaban a ser indispensables, así como en el mantenimiento y reparación de algo que ya resultaba imprescindible en la vida del día a día.
En España, y debido a que las zonas rurales aún mantuvieron su prominencia en comparación con otros países como Inglaterra o Estados Unidos, la implantación de los sistemas de aguas y alcantarillado, así como los trabajos de fontanería, llegaron un poco más tarde. Pero se puede decir que, a excepción de lugares apartados del mundanal ruido, o zonas de bajo estrato social, a mediados del siglo XX los hogares ya disponían, sobre todo en las grandes ciudades, de unas instalaciones eficaces y modernas.
La fontanería, como conjunto de trabajos y labores que siguen siendo esenciales en el día a día y que, aunque de manera poco visible, está presente en muchas de las acciones que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, sigue progresando y avanzando. No sólo se investiga y se implantan materiales cada vez más avanzados, como el PVC, los polietilenos y otros que, además de resultar más económicos, también suponen avances en salud y resultan más sencillos de trabajar y reparar. También se ha avanzado mucho en la prevención y en la detección de posibles fallos en las instalaciones, y los aparatos electrónicos como termos o calentadores han conseguido evolucionar de tal manera que para nuestros abuelos sería casi impensable.
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